miércoles, 7 de abril de 2010

Entre lo insignificante y lo milagroso.






“Asombrarse frente a la existencia no es
algo que se aprende; es algo que se olvida”.
Jostein Gaarder


Una y otra vez se escucha que no hay nada nuevo bajo el sol, que en la adultez un ser humano tiene toda la información que necesita, que ya ni los niños se sorprenden.

Las imágenes se suceden; si es un decapitado que camina, o el árbol más longevo de la tierra, nos da lo mismo. Si es un terremoto o una guerra, da igual, en cada canal hay más de esa película, y los canales son cientos. Somos todos expertos, y todo hemos visto.

Y el gen explorador se hace resecivo, la abulia un estado diario de nuestro ánimo. Ya no hay mas nada que ver, quizás solo tener, y si no se entra en esa carrera desenfrenada del consumismo, no hay motivación, y sin motivación llega doña depresión.

Parece que tanta información nos ha idiotizado, los procesos de lectura de tanto mensaje visual ha dejado nuestras mentes robotozidas, utilizando su energía, pura y exclusivamente en esta tarea.

¿Qué dejamos atrás? ¿Qué perdimos?

Es que todo esta hecho. La comida, la ropa, el trabajo, la ciencia. ¿Será?

Hemos perdido la artesanía cerebral, la autonomía de pensamiento. Ya no dejamos que nuestra mente se mueva a placer, no investigamos, no preguntamos, no advertimos. Preguntar es de tontos, es admitir que no sabemos. Investigar es de científicos, no tenemos los recursos financieros, debemos trabajar para pagar la Visa o la MasterCard. Y no advertimos que se nos va la vida y no somos más que archivos de pura información apilada y polvorienta sin verificar. Y no advertimos cuanta belleza nos rodea, ni cuanta suerte nos asiste a quienes tenemos a quien amar, a quienes tenemos agua limpia y potable que beber, a quienes dormimos bajo el calor de un hogar digno.

En cualquier etapa de la vida que nos encontremos, la belleza nos rodea, el milagro es real. La vida nos hace el amor, a veces violento, a veces entre almohadones, pero siempre enamorada y siempre con pasión. Los autistas somos nosotros, que la ignoramos; los frígidos y anorgásmicos que volteamos indiferentes.

Levantar la vista, enderezar la espalda, enfocar la atención ante el mundo que se nos muestra, practicar la idea, el pensamiento. Creer y descreer, para volver a creer. Parir ideas, intentar cambiar el mundo, cambiar nuestro entorno y cambiar el mundo.

Amar lo que hacemos, respetarnos, dejar de correr sin motivo y correr descalzo en la hierba, jugar. Socializar, alimentar el pensamiento, preguntarse porque, como, cuando, donde y que mas. Dialogar más, con las palabras y el cuerpo. Aprender a ver, dejarnos enseñar y sentir.

Carl Sagan le dio forma al calendario cósmico y aún recuerdo lo que sentí en el living de mi casa, al descubrir que éramos tan insignificantes como el último minuto de la última hora, del último día de dicho calendario de 15 mil millones de años. Y cada vez que me siento superior, recurro a esta imagen. Pero claro, son muchas menos que las que me siento nada, y por eso recurro a el próximo recuerdo: Cuando era adolescente escuche algo que transformo tanto mi futuro, que no puedo mas que tratar con el mayor de los respetos a mi propia vida: el milagro que respiro. Alguien dijo: “Si uno solo de tus antepasados, aun ese que vivió en la época de piedra; hubiera muerto, tu no estarías aquí. Y han pasado muchas guerras, y muchas catástrofes naturales en estos 4 millones de años de historia humana. Tú vida es un milagro”

Y la tuya también.




1 comentario:

  1. En definitiva, somos un milagro ambulante, a veces errante, pero siempre, siempre, siempre, viviente...

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